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El pasado 14 de agosto el Ayuntamiento de Santander bautizó merecidamente el Auditórium del Sardinero con el nombre de “Los Carabelas”. Este veterano trío vocal (más de medio siglo en el candelero), equiparado al fabuloso Trío Los Panchos por sus deleitables voces y profesionalidad, ha paseado por medio mundo el estandarte musical de España y su discografía es de las más prolíficas del mercado. Hace varias décadas, sin abandonar el arte, se retiraron a su natal Santander, donde aún alumbra en sus cielos la flamígera estrella del pentagrama sobre el que destellan amorriñadas notas con sabor melodioso de la Tierruca.
Los Carabelas (Ernesto, Víctor y Cholo) han tenido presentes en el trascendental acto a sus antiguos camaradas de grupo, entre ellos el poeta, rapsoda y escritor José Enrique Parapar, que vive en la Costa del Sol y que no pudo asistir a la ceremonia por compromisos profesionales. Tampoco pudo, por idéntica razón, quien esto escribe y que, aunque no formó parte actuante del grupo, sí que tuvo el honor, en aquellos lejanos días, de montar y ensayar voces y componer pequeñas piezas que por discos y cintas deben andar, en el ángulo oscuro de algún salón. Feliz recuerdo queda de la participación finalista en el famoso XII Festival de la Canción de Benidorm, en 1970.
A decir verdad, años ha que no me comunico con mis añejos colegas. Será que huelgan las comunicaciones cuando el aprecio, que no conoce tiempo, queda profundamente grabado en el corazón. En todos estos años no he parado de emborronar partituras para ellos. Así, continúan paciendo en prados inéditos “Las vacas de Cantabria”, tema que dediqué a mi donoso paisano Miguel Angel Revilla, que en cuestiones bucólicas es una eminencia. Mas, con vacas o sin ellas, vaya la felicitación más efusiva a tan distinguidos artistas, cuyo nombre hasta las piedras entonan.
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